Una novela sobre las cicatrices de la dictadura militar, escrita desde una perspectiva de izquierda y ganadora del Premio Clarín 2001, despierta la sospecha de que lo premiado ha sido más un punto de vista politicamente correcto que su mérito líterario. Sin embargo, Memorias del río inmóvil logra traspasar la obviedad para sumergirse en interrogaciones nada desdeñables. Sin abandonar ese carácter reflexivo, la trama de la noveia tiene un enorme dinamismo que la acerca en parte al género policial y en parte al folletín o la comedia de enredos. Los protagonistas son una pareja de ex militantes de los 70 que tras la cárcel y el exilio apenas sobrellevan la combinación mental entre ese pasado de combativos proyectos y una vida de profesionales entregados a los 90. El encuentro con un mendigo que recuerda demasiado a un compañero desaparecido levanta una por una las deudas pendientes. Como en el folletín, la trama de sospechas que desencadena ese encuentro se resuelve en una serie de casualidades que une a los personajes de manera muy poco verosímiles, pero cuyo efecto es por eso más lnmediato. La construcciónde esos personajes es por sí misma una caja de sorpresas en la que probablemente se encuentre una de las mayores riquezas de Memorias del río inmóvil.